31. El entierro de la concubina del cura

Ésta es la historia de la concubina de un cura cuando murió. Mucha gente fue para llevarla a enterrar y no pudieron levantarla porque estaba pesada. Y se maravillaron enormemente por eso y todos dijeron:
—Oh, Dios, Padre Único y Todopoderoso, ¿cómo será llevada para ser enterrada?
Y consultaron a un erudito y el profesor les dijo como sigue:
—Traigan a dos concubinas de sacerdotes para que la saquen de la iglesia.
Las trajeron y ellas la sacaron fácilmente de la iglesia y la gente se maravilló mucho y el profesor les dijo:
—No tiene por qué sorprenderles lo que ellas hicieron, gente; esto es: que dos demonios se lleven a otro con ellos. Finit.

Irlandés, siglos XIV-XV


32. Gigantes ahogadas

Una mujer, cuyos pechos no se habían desarrollado, fue arrojada a una costa en Europa. Medía unos dieciséis metros desde los hombros hasta los pies y su tronco tenía dos metros de ancho. Llevaba un manto púrpura. Sus manos estaban atadas a la espalda y le habían cortado la cabeza; y ésa fue la forma en que la marea la arrojó a tierra. Finit.

Otra mujer fue arrastrada desde el mar de Escocia y medía treinta y seis metros de largo; había cinco metros y medio entre sus pechos, la cabellera medía cinco metros y los dedos tenían dos metros. Su nariz medía más de dos metros y entre sus cejas había más de medio metro. Cada una de las extremidades era tan blanca como un cisne o la espuma de las olas.

Irlandés, siglos XIV-XV / Segundo párrafo: siglo IX


33. Froech en el Estanque Oscuro

...Entonces se preparó para salir del lugar. “No te vayas”, dijo Ailill, “hasta que me traigas una rama de ese serbal que está en la margen del río. Bellas me parecen sus bayas”. Él fue entonces, arrancó una rama del árbol y la llevó sobre su espalda a través del agua. Y eso era lo que Findabhair solía contar sobre lo más hermoso que vio alguna vez: que ella pensaba que lo más hermoso fue ver a Froech cruzar el estanque oscuro; el cuerpo blanquísimo y el cabello tan amado, el rostro bien formado, los intensos ojos azules, un joven delicado sin defecto ni mácula, con el rostro ancho en la parte de abajo y ancho en la superior, recto e intachable, y la rama con las bayas rojas entre el cuello y el blanco rostro...

Irlandés, siglo VIII


34. Froech y las mujeres del shíde

...Escucharon un sonido de lamento a través de Cruachu; y fueron vistas tres veces cincuenta mujeres con túnicas púrpuras, capuchas verdes y brazaletes de plata en los brazos. La gente se encontró con ellas para averiguar por qué se lamentaban. “Por Froech, hijo de Idhath”, dijo una de las mujeres, “el hijo amado del rey de los shíde de Irlanda”. Entonces Froech escuchó el lamento. “Llévenme afuera”, les dijo a sus seguidores, “es el lamento de mi madre y de las mujeres de Boann”. Por consiguiente lo sacaron y lo llevaron hasta ellas. Las mujeres lo rodearon y lo transportaron a la colina encantada de Cruachu. A la tarde siguiente lo vieron volver, con las cincuenta mujeres alrededor, sano y vigoroso, sin defectos ni heridas. Todas las mujeres se veían por edad, aspecto, encanto, belleza, perfección, figura y vestimenta como del la raza del shíde, así que no hubo conversación entre unos y otros. La gente casi se asfixió por apretujarse a su alrededor. Ellas se alejaron hacia la entrada del palacio. Mientras se iban, lanzaron un grito tan fuerte que la gente que estaba en la corte cayó postrada. Desde entonces, los músicos de Irlanda tocan la melodía conocida como “El lamento de las mujeres del shíde”...

Irlandés, siglo VIII


35. La luz del sol a través de la ventana

Me agrada hoy el brillo del sol sobre estos márgenes
porque fluctúa.

Irlandés, siglo IX


36. Invitación de Midhir al Paraíso Terrenal

Hermosa mujer, ¿vendrás conmigo
a la maravillosa tierra donde está la música?
Allí el cabello es como la punta de las prímulas
y el cuerpo entero es del color de la nieve.

Allí, allí no hay ni “mío” ni “tuyo”;
blancos son los dientes, negras las cejas;
una delicia para los ojos
es la totalidad de nuestras huestes;
cada mejilla es del color de la digital.

El borde de cada brezal es púrpura;
un deleite para la vista son los huevos de los mirlos;
aunque la llanura de Irlanda es hermosa de ver,
parece un desierto cuando conoces la Gran Llanura.

Aunque creas que es buena la cerveza de Irlanda,
la de la Gran Llanura es más embriagadora;
una tierra maravillosa es el país que te cuento,
el joven no muere allá antes que el viejo.

Dulces corrientes apacibles fluyen sobre el suelo,
hidromiel y vino escogidos;
incomparable gente sin defectos;
concepción sin pecado, sin culpa.

Vemos a todos en cualquier parte
y nadie nos ve;
es la oscuridad de la falta de Adán
la que nos protege de ser contados.

Mujer, si te unes a mi poderoso pueblo
una corona de oro habrá en tu cabeza,
dulce vino, cerveza amarga, leche fresca y cerveza
tendrás ahí conmigo, mujer hermosa.

Irlandés, siglo IX


37. La casa encantada de Iubhdhán

Tengo una casa en el país del norte,
la mitad de oro rojo, la parte de abajo de plata.

Su pórtico es de bronce blanco, el umbral de cobre
y de alas de aves amarillas sus tejas, según creo.

Sus candelabros son de oro, con una vela de gran pureza,
con una joya de piedra preciosa en el mismo centro de la casa.

Para mí y la alta reina nada es triste;
hay un casero que no envejece, con rubio cabello ensortijado.

Cada hombre es un ajedrecista, hay buenos compañeros sin exclusión;
la casa no está cerrada para el hombre o la mujer que llega.

Irlandés, siglos XII-XIII


38. En la Batalla de Magh Mucraimhe

...Por otra parte, mientras tanto el aire sobre ellos estaba negro por los demonios que aguardaban a las almas desdichadas para arrastrarlas al Infierno. No había ángeles ahí, salvo dos solos que estaban sobre la cabeza de Art fuera a donde fuese a causa de la integridad de ese justo príncipe. Luego ambos ejércitos se acometieron. Feroz fue el asalto a cada lado. Se vieron cosas amargas... la blanca niebla de la greda y del polvo subía hacia las nubes desde los escudos y los blancos cuando eran golpeados por los filos de las espadas y las puntas de las lanzas y de las flechas que eran hábilmente desviados por los héroes; el rechinar y el astillarse de las brocas al ser golpeadas por las espadas y las piedras; el ruido de las armas arrojadizas; los borbotones y los chorros de sangre y de coágulos de las extremidades de los campeones y de los costados de los guerreros...

Irlandés, siglos IX-X


39. Comerse al ratón incluye la cola

...“Es verdad”, dijo el rey. “Ése es Lughaidh, y es por miedo a mí que no se dan a conocer”... “Pues bien”, siguió el rey, “mátenme un puñado de ratones”. Luego colocó uno en la comida para cada hombre, crudo y ensangrentado, sin despellejar, y así les fue servida; y se les dijo que los matarían si no se comían los ratones. Empalidecieron mucho por eso. Nunca los habían sometido a una vejación tan angustiante. “¿Cómo están?”, preguntó el rey. “A la miseria, con los platos frente a ellos”... “Díganles que si no comen morirán”. “Mal haya para el que ordenó esto”, dijo Lughaidh, que se metió el ratón en la boca mientras el rey lo observaba. Ante eso, todos los hombres lo imitaron. Hubo un pobre desgraciado que tuvo arcadas cuando se introdujo la cola del ratón en la boca. “¡Una espada a través de tu garganta!”, dijo Lughaidh, “comerse al ratón incluye la cola”. Luego se tragó el rabo del ratón. “Hicieron como les dijiste”, acotó el rey desde la puerta. “Yo también hice como me dijeron”, contestó Lughaidh. “¿Eres Lughaidh?”, preguntó el rey. “Ése es mi nombre”, respondió Lughaidh...

Irlandés, siglos IX-X


40. La casa de huéspedes del Monasterio de Cork

...La casa de huéspedes estaba abierta cuando llegó. Ese día era un día de tres cosas: viento, nieve y lluvia en el umbral; así que el viento no dejó ni una paja del techo ni una mota de hollín que no hubiera barrido hasta la otra puerta, debajo de lechos y jergones a secciones de la casa real. La manta de la casa de huéspedes estaba arrollada en un bulto sobre la cama y se hallaba plagada de piojos y de pulgas. Era natural pues nunca se oreaba de día ni se cerraba de noche, dado que difícilmente estaba desocupada cuando se la debía cerrar. El baño de la casa de huéspedes tenía el agua de la noche anterior y estaba con sus piedras de caldeo junto al vano de la puerta. El becario no encontró con qué lavar sus pies, así que se quitó los zapatos y se enjuagó las manos y los pies con aquella agua sucia y luego remojó en ella el calzado. Colgó su portalibros en una clavija de la pared, envolvió los zapatos y arropó los brazos bajo la manta y se cubrió las piernas con ella. Pero tan multitudinarios como las arenas del mar o las chispas de la hoguera o como las gotas de rocío de una mañana de mayo o como las estrellas del cielo eran los piojos y las pulgas que le picaron los pies, que se enfermó. Y nadie fue a visitarlo ni a atenderlo...

Irlandés, siglo XII