—¡Oh,
Cormac, nieto de Conn! —dijo Cairbré—,
¿qué
es lo adecuado para un jefe y para una cervecería?
—No es
difícil de decir —dijo Cormac—.
Buen
comportamiento en torno a un buen jefe;
luces en las
lámparas;
afanarse por la compañía;
adecuada
disposición de los asientos;
liberalidad de los
dispensadores;
una mano rápida para distribuir
un
servicio atento;
música moderada;
relato de
cuentos;
talante alegre;
bienvenida a los invitados;
silencio
durante los recitados;
coros armoniosos.
—¡Oh,
Cormac, nieto de Conn! —dijo Cairbré—,
¿cuáles
eran tus costumbres cuando eras joven?
—No es
difícil de decir —dijo Cormac—.
Era un escucha
en los bosques;
un observador de estrellas;
era ciego en lo
concerniente a los secretos;
silencioso en la soledad;
locuaz
entre varios;
apacible en la sala de los brindis;
inflexible en
la batalla;
gentil con los aliados;
médico del
enfermo;
suave con el débil;
fuerte para el poderoso;
no
me acercaba para no ser cargoso;
no era arrogante aunque era
sabio;
no era dado a prometer aunque era fuerte;
no era
atrevido aunque era rápido;
no me burlaba del viejo aunque
era joven;
no era jactancioso aunque era un buen guerrero;
no
hablaba de nadie en su ausencia;
no criticaba, sino que
alababa;
no pedía, sino que daba.
Pues por esas
costumbres los jóvenes se vuelven guerreros viejos e ilustres.
—¡Oh,
Cormac, nieto de Conn! —dijo Cairbré—,
¿qué
es lo peor que has visto?
—No es
difícil de decir —dijo Cormac—.
Los rostros de
los enemigos en el tumulto de la batalla.
—¡Oh,
Cormac, nieto de Conn! —dijo Cairbré—,
¿qué
es lo más dulce que has oído?
—No es
difícil de decir —dijo Cormac—.
El grito de
triunfo después de la victoria;
alabanza después de
los esfuerzos;
la invitación de una dama a su almohada.
—¡Oh,
Cormac, nieto de Conn! —dijo Cairbré—,
¿qué
es lo peor para el cuerpo del hombre?
—No es
difícil de decir —dijo Cormac—.
Estar sentado
mucho tiempo;
estar acostado mucho tiempo;
ejercitarse más
allá de sus propias fuerzas;
correr demasiado;
saltar
demasiado;
las caídas frecuentes;
dormir con la pierna
sobre la baranda de la cama;
observar las ascuas
resplandecientes;
enfurecerse;
los insultos;
la cerveza
recién hecha;
la carne de toro;
la comida espesa y
seca;
el agua del pantano;
levantarse demasiado temprano;
el
frío;
el sol;
el hambre;
beber demasiado;
comer
demasiado;
dormir demasiado;
pecar demasiado;
la pena;
subir
una cumbre corriendo;
gritar contra el viento;
secarse junto al
fuego;
el rocío de verano;
el rocío de
invierno;
golpear las cenizas;
nadar con el estómago
lleno;
dormir sobre la espalda;
juguetear tontamente.
—¡Oh,
Cormac, nieto de Conn! —dijo Cairbré—,
¿cuáles
son las peores súplicas y los peores argumentos?
—No es
difícil de decir —dijo Cormac—.
Disentir con el
conocimiento;
discutir sin pruebas
refugiándose en un
mal lenguaje,
en una mentira,
en las
murmuraciones,
trenzando
falsas evidencias;
despreciar los
libros;
volverse contra las costumbres;
impulsar los propios
alegatos;
incitar al populacho;
tocar la propia
trompeta;
gritar a voz en cuello.
—¡Oh,
Cormac, nieto de Conn! —dijo Cairbré—,
¿a
quién se puede considerar el peor de todos?
—No es
difícil de decir —dijo Cormac—.
Un hombre con
la desfachatez de un sátiro,
con la belicosidad de una
esclava,
con la dejadez de un perro,
con la conciencia de un
sabueso,
con la mano de un ladrón,
con la fuerza de un
toro,
con la dignidad de un juez,
con una aguda ingenuidad,
con
un discurso señorial,
con la memoria de un historiador,
con
los modales de un abad,
con la palabra de un cuatrero,
y el
sabio, el mentiroso, el canoso, el violento, el blasfemo, el
charlatán,
cuando dice: “El problema está
arreglado,
lo juro, puede dar fe”.
—¡Oh,
Cormac, nieto de Conn! —dijo Cairbré—,
quiero
saber cómo comportarme entre los sabios y los necios,
entre
los amigos y los extraños,
entre los viejos y los
jóvenes,
entre los inocentes y los malvados.
—No es
difícil de decir —dijo Cormac—.
No seas
demasiado inteligente, no seas demasiado tonto,
demasiado
presumido, demasiado apocado,
demasiado orgulloso, demasiado
humilde,
demasiado parlanchín, demasiado callado,
demasiado
duro, demasiado suave.
Si eres muy inteligente, esperarán
demasiado de ti;
si eres necio, te engañarán;
si
eres muy presuntuoso, te considerarán fastidioso;
si eres
demasiado tímido, no obtendrás honor;
si eres muy
hablador, no te harán caso;
si eres muy taciturno, no te
prestarán atención;
si eres demasiado rígido,
te quebrantarán;
si eres demasiado blando, te aplastarán.