En otra oportunidad, la Colina fue asolada por los hombres de Cruachan, y ésta es la forma en que sucedió.

Una noche, en Samhain, Ailill y Medbh estaban en Cruachan con toda la parentela y se estaba preparando la comida.

Habían colgado dos prisioneros el día anterior y Ailill dijo: —Quienquiera que ponga una garfio alrededor del pie de cualquiera de los hombres de los patíbulos, recibirá un premio de mi parte.

Estaba muy oscuro y siempre aparecían cosas malas en la noche de Samhain y cada hombre que salía para intentarlo volvía a la casa muy rápidamente. —Iré si obtengo un premio —dijo entonces Nera. —Te daré esta espada con empuñadura de oro —dijo Ailill.

Así que Nera salió y puso un gancho en torno del pie de uno de los hombres que habían sido colgados. Entonces el hombre le habló. —Tienes agallas —le dijo—; llévame contigo a un lugar donde pueda beber, pues estaba muy sediento cuando me colgaron. —De modo que Nera lo llevó a beber, lo volvió a poner en el patíbulo y regresó a Cruachan.

Pero lo que vio ante él fue palacio totalmente incendiado y las cabezas de la gente tiradas en el piso; entonces le pareció ver que un ejército entraba en la Colina de Cruachan y lo siguió. —Hay un hombre en nuestra pista —dijo el último hombre. —Es una pista muy profunda —dijo el siguiente, y cada uno le pasó la voz al otro, desde el último hasta el primero.

Luego entraron en la Colina de Cruachan y le dijeron a su rey: —¿Qué se hará con el hombre que viene? —Déjenlo llegar hasta acá para que hable con él —contestó el rey. —Así que Nera llegó y el rey le preguntó quién lo había traído. —Entré con tu ejército —dijo Nera. —Ve hasta aquella casa —le dijo el rey—; hay una mujer que te dará la bienvenida. Dile que soy yo quien te manda con ella. Y ven cada día a esta casa con una carga de leña.

Así que Nera fue a donde le dijeron y la mujer dijo: —Una bienvenida para ti, si es el rey quien te envía. —Con lo que se detuvo ahí y tomó a la mujer por esposa. Y durante tres días llevó una carga de leña a la casa del rey y en cada jornada vio a un ciego con un cojo sobre la espalda que iban delante de él. Ellos seguían hasta que estaban al borde de un pozo frente a la Colina. —¿Es ahí? —preguntaba el ciego. —Lo es, sin duda —contestaba el cojo—. Sigamos adelante.

Al fin de los tres días, como le pareció, Nera le preguntó sobre eso a la Mujer. —¿Por qué el ciego y el cojo van todos los días a la fuente? —dijo. —Van para saber si la corona está segura en el pozo. Es ahí donde se guarda la corona del rey. —¿Por qué van esos dos? —inquirió Nera. —Fácil se cuenta —dijo ella—: gozan de la confianza del rey para visitarla; él dejó ciego a uno y cojo al otro.

“Y otra cosa —le dijo ella—, ve ahora y dale el alerta a tu gente para que se cuiden en la próxima noche de Samhain, a menos que ataquen la colina, pues sólo en esa noche puede salir el ejército de los shíde, dado que es el momento en que todos los shíde de Irlanda están abiertos. Pero, si ellos vienen aquí, les prometo esto: la corona de Briun, para que Ailill y Medbh se la lleven.

—¿Cómo puedo darles ese mensaje —preguntó Nera—, cuando vi el dún de Cruachan totalmente incendiado y destruido, junto con toda la gente? —Ciertamente, no es lo que viste —le respondió ella—. La hueste de los shíde fue y puso esa apariencia ante tus ojos. Ahora vuelve con ellos y los encontrarás sentados en torno al mismo gran caldero y la comida aún no habrá sido sacada del fuego.

—¿Cómo se podrá creer que entré en la Colina? —preguntó Nera. —Lleva contigo flores del verano —le dijo la mujer. De modo que tomó consigo hinojo, prímulas y helechos dorados.

Así volvió al palacio y halló a su gente alrededor del mismo caldero, les contó todo lo que le había sucedido, recibió la espada y se quedó con su gente todo el año.

Al final del año, Ailill le dijo a Nera: —Ahora marcharemos contra la Colina de los Shíde; regresa si tienes que traer algo de allí. —Así que volvió para ver a la mujer y ella le dio la bienvenida. —Ve ahora —le dijo— y llévale una carga de leña al rey pues yo misma fui cada día del último año con el cargamento sobre mi espalda y dije que estabas enfermo. —Y él así lo hizo.

Entonces los hombres de Connaught y la hueste negra de los exiliados del Ulster entraron en la colina, la saquearon y se llevaron la corona de Briun, hijo de Smetra, que fuera hecha por el herrero de Oengus, hijo de Umor, y que se conservaba en el pozo de Cruachan, para protegerla de la Mórrigu. Y Nera se quedó con su gente en la colina, hasta ahora no salió y no lo hará hasta el fin de la vida y del tiempo.

Ahora bien, una vez la Mórrigu le llevó una vaca de la Colina de Cruachan al Toro Pardo de Cuailgne y luego regresó con el ternero que había nacido. Y un día éste salió de la Colina y mugió tres veces. En ese momento, Ailill y Fergus estaban jugando al fidchell, pues era luego de que Fergus se hubiera exiliado del Ulster a causa de la muerte de los hijos de Usnach, y escucharon el mugido en la llanura. Entonces Fergus dijo: —No me gusta el sonido del mugido del ternero. Habrá becerros sin vacas cuando el rey emprenda su marcha.

Pero entonces, Finnbennach, el de los cuernos blancos, el toro de Ailill, se encontró con el ternero en la llanura de Cruachan y los dos combatieron, la cría fue derrotada y mugió. —¿Qué fue lo que mugió el becerro? —le preguntó Medbh a Buaigle, el vaquero. —Yo sé qué, Fergus, mi señor —dijo Bricriu—. La misma canción que usted cantaba hace un instante.

Ante eso, Fergus se volvió y se golpeó la cabeza con el puño, con lo que las cinco piezas del fidchell que tenía en la mano fueron contra la cabeza de Bricriu y lo lastimaron. —Dime ya, Buaigle, ¿qué mugió el ternero? —repitió Medbh. —Dijo, por cierto —respondió Buaigle—, que si su padre, el Pardo de Cuailgne, hubiera venido a luchar con el Blanco, nunca más se lo hubiera visto en Ai, hubiera sido vapuleado por toda la llanura de punta a punta. —Y esto es lo que dijo Medbh: —Juro por los dioses por los que jura mi gente que no yaceré entre edredones, ni beberé cerveza roja o rubia, hasta que vea a esos dos toros combatiendo frente a mí.