Un joven jefe cortejaba a la hija de otro jefe, cuyo fuerte se
hallaba situado en el linde de Loch Ennel en Westmeath. La
damisela era bastante altanera y melindrosa, y le dijo claramente
que no aceptaría asumir la condición de
dueña de casa mientras no pudiera ver desde su ventana un
lago tan hermoso como el que se divisaba frente a la casa de su
padre. Esto era asunto engorroso. El valle era adecuado, pero las
laderas de las colinas estaban cubiertas de casitas y el
arroyuelo que serpenteaba allá en el fondo tardaría
quizá muchísimos años en llenar el valle,
una vez terminada la represa, para cuya construcción se
necesitaría una docena de años. El galán
sería viejo ya en esa época. Su madre adoptiva, una
hechicera (esto ocurría en los tiempos de los Danaans), al
verlo tirarse del cabello perplejo en un par de ocasiones, lo
indujo a desahogarse y le ordenó que respetara hasta el
día siguiente sus sueltos bucles. Luego, la hechicera se
dirigió con el medio corriente de transporte de las
hechiceras, a la cabaña de una hermana Firbolg en el
mágico arte, situada sobre la margen occidental del
Shannon. Esta cabaña estaba cómodamente ubicada
sobre el filo de una colina, dando sobre un agradable lago, y la
mujer Danaan fue hospitalariamente agasajada por la mujer
Firbolg.
Después de su sencillo refrigerio, la visitante
reveló el motivo de su viaje y le suplicó a su
sabia amiga que le prestara su lago hasta el día de la
luna siguiente, añadiendo engañosamente entre
dientes después de la semana de eternidad.
Un lago era algo difícil de conseguir, pero finalmente lo
obtuvo y se lo llevó triunfalmente debajo de la capa al
valle de Leinster. La gente que vivía en las laderas de
las colinas despertó esa noche de su sueño al
oír el estruendo, digámoslo así, de diez mil
cascadas. Todos huyeron hacia las tierras altas y fueron
hospitalariamente resguardados por los edificios del fuerte, y al
alborear de la mañana siguiente, millares de asombrados
ojos contemplaron la plácida sabana de agua que
cubría sus moradas del día anterior.
Así fue conquistada la altanera novia. La descarriada
mujer del Connacht esperó hasta el día de la
segunda luna, irritadísima ante el fangoso lecho que
exhibía el fondo de su lago bajo la influencia de un sol
ardiente y sin aparentes perspectivas de que le devolvieran con
gratitud las aguas. Hasta una mujer sabia puede perder la
paciencia. Ésta voló presurosamente a la casa de su
embaucadora colega en brujerías, cabalgando sobre su
escoba y fue recibida con fingida alegría.
—No hay tiempo para cumplidos, comadre —le
dijo—. Ha llegado el día de la luna siguiente y
hasta el de la luna subsiguiente, y en vez de mi agradable lago,
sólo veo rocas, barro y pescado podrido. Devuélveme
mi lago, te digo.
—¡Ay, querida hermana! La ira te ha quitado la
memoria. Te prometí devolverte tu hermoso pedazo de agua
el día de la luna siguiente a la semana de eternidad, no
antes; reclámala cuando venza el plazo.
La ira de la bruja traicionada no tuvo límites, pero
carecía de recurso alguno, debido a la traicionera reserva
de la astuta Danaan. El resultado fue trágico para la
mayor parte de los interesados; pero la incorporación de
Loch Owel a las gratas llanuras de Meath es todo lo que nos
interesa por ahora.